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  TRADUCCION DEL "THE ROTARIAN" ABRIL 2009
 

Traduccion realizada con la colaboracion de Olive Purser de Rios


Nuestro personaje viajo 8,000 millas por América Central y Sudamérica para ver lo que están haciendo los Rotarios para mejorar el mundo.


            
                           Los Motociclista en su viaje por el Peru



Lima/La Molina, Peru 

                                                                                                                                                                    

Llegamos a Lima a la media noche. Los agentes de Aduanas nos dejan pasar, ignorando las piezas, cascos, equipos de cámara, y toda las demás cosas de los motociclistas.  Veo una  pancarta en la multitud que decía  Rotary.   Sonrío ante la mirada insegura en la cara de nuestros amigos anfitriones.   Nuestro grupo, con todo nuestro equipo, desafían la noción de hospitalidad  de los Rotarios y Peruanos, pero Rubén y Ana Maria están dispuestos a demostrar sus dotes de anfitriones.  Rubén es un Medico Oculista Cirujano y Ana Maria es una Profesora de Ingles, muy  activa con las esposas de los socios del Club  La Molina    Seis adultos trepan en una camioneta Montero y tomamos el camino hacia la Molina, un Distrito residencial que esta en la parte este de Lima.

Nos presentamos ante los Berrospis.   Ken Hodge, es socio del Rotary Club de Newport News, Virginia, USA y es el líder del grupo.   Su intención es manejar  su Moto BMW desde el Perú hasta Virginia para recolectar dinero para los proyectos de su Club de construir puentes peatonales en lugares muy remotos.   Con el esta su Hija, Katie Hodge, un Bombero y Paramédico del departamento de Bomberos de Newport News.  Su hijastro, Ryan Anderson, un mecánico, y Jeff Dagenhart un amigo de la familia. Yo soy un periodista que a solicitud de la Revista "The Rotarian" los acompaño en la aventura.   Mi objetivo es tomar fotos y escribir sobre los proyectos de los Clubes Rotarios así como sobre los Rotarios que vamos encontrando en el camino. Yo no soy Rotario, entonces tengo mucho que aprender.   Haremos casi 8,000 millas durante 5 semanas. El hecho que no hable español será un pequeño reto. 
 
  
En mi anterior viaje al Perú, aprendí algo acerca del concepto de reciprocidad.   Tú ayudas sabiendo que algún día alguien igualmente te ayudara.   Le pregunte a Rubén como esta costumbre Sudamericana encaja con Rotary.  El me dijo: En las ciudades se ha perdido la idea de compartir esfuerzos.  Mi Padre llego de la Sierra como sastre y luego comerciante. 
Nunca fue a la Universidad.  Yo llegue a ser un profesional, estudie aquí y en Los Estados Unidos. Una vez que uno ha alcanzado sus objetivos personales y puede cuidarse por si mismo, uno puede empezar ayudar a los demás. Aquí Rotary atrae personas que han tenido logros en sus vidas y que ahora quieren devolver algo a la comunidad.   Nuestro Club comenzó en 1987. Antes que nada somos amigos.  Socializamos juntos.   Nosotros apreciamos bastante la amistad. Con los amigos juntos  se pueden hacer cosas buenas.   Perú es un país de grandes necesidades. Es muy fácil encontrar proyectos de ayuda

Nuestro primer día en la Molina, Rubén nos llevo al Rinconada Country Club, un club social exclusivo donde la clínica de Rubén es sponsor de un torneo de bochas.  Es también el lugar donde se reúnen el R.C. La Molina 
Luego, Rubén cruzo la Molina para llevarnos a la Feria Artesanal que las esposas de los socios del Club Rotario estaban realizando. Mientras  paseamos, nos fue dando explicaciones. Lima es una colección de barrios con diferentes estatus socio-económicos. Vecinos que viven bien, casas que se esconden detrás de grandes muros  con cercos eléctricos  o con cercos de púas  que coexisten con lugares de extrema pobreza.  Las necesidades son visibles y muy cercanas.  Yo pregunto, ¿como el R.C. La Molina selecciona un proyecto?    Rubén dice que para el primer proyecto, el Alcalde de la Molina de ese entonces, sugirió uno destinado a cubrir una necesidad muy importante que muchas veces es escondida:  Construir una Escuela para Niños con Habilidades Diferentes, para niños con Síndrome de Down. “Otros Clubes Rotarios dan libros y útiles escolares, mientras que nosotros construimos las escuelas desde sus inicios.
 

El Club financio el proyecto con eventos y donaciones de algunos socios que entregaban dinero para la construcción de salones. En un evento 4 socios se comprometieron en donar cada uno US$7,000 que se necesitaban para la construcción de  los primeros salones de clase. ¿Fue como una competencia entre ellos para ver quien daba más? Rubén explico que el compromiso fue algo mas profundo. El Club sigue ayudando a la Escuela desde hace 18 años. “Los niños cambian, crecen se integran a la sociedad pero las necesidades permanecen. Cada vez que visito el Colegio veo algo que me emociona y me da deseos de seguir ayudando más.”

Entramos al Parking de Plaza Vea en la Molina.  Toldos de color azul y amarillo cubren el lugar donde están las mesas donde se exhiben  los trabajos de los artesanos. Hay ropa para niños, joyas, cajitas pintadas a mano, polos, juegos de mesa hechos a mano, bordados, adornos de navidad, casas de muñecas, collares, pinturas al óleo, etc.
Es una fiesta de colores.
El Comité de damas logra conseguir dinero alquilando los espacios a los artesanos, quienes consiguen dinero con la venta de sus productos durante los tres días que dura el evento. La feria ha llegado a ser un evento pre-navideño anual para el beneficio tanto de la Escuela para niños con habilidades diferentes y una segunda escuela.

Manchay esta a 15 minutos de la casa de Rubén. Durante 30 a 40 años las constructoras  han ido sacando de los cerros tanto arena como piedra para construir los lujosos suburbios en Lima. Dentro del hueco que se formo, llegaron 70,000 “invasores”. En el polvo donde antes había una montaña, ahora yace Manchay.
Rubén me dio algunos detalles. El proceso se llama Invasión: Los organizadores encuentran una parcela de tierra desocupada, se registran unas 200 familias, recaudan dinero y luego en el medio de la noche, llegan y se instalan y forman un nuevo barrio. Colocan banderas peruanas, acordonan el lugar, colocan casas de esteras y se niegan a salir del lugar. Hay enfrentamientos con la policía, bombas lacrimógenas, juicios y largas negociaciones. Los invasores exigen agua, electricidad, protección policial, transporte, escuelas, en otras palabras, ser reconocido e incluido en la sociedad.  La táctica de invasión viene siendo usada desde los finales de los años 60, aceptado por algunos gobiernos y rechazados por otros. Las barriadas son llamados pueblos jóvenes. Existe una diferencia entre barriadas situadas dentro de la ciudad, que están sobre-pobladas y descuidadas y los llamados pueblos jóvenes ubicados en las afueras que están en constante mejoría.  Las casas de esteras se van cambiando a casas hechas de planchas de madera, de adobe para finalmente llegar a ser construidas con materiales nobles. En muchos lugares se aprecian casas que ya tienen los fierros listos para recibir el segundo piso.
 
El agua llega en camiones. Hay algo de electricidad. Los ómnibus transitan por las calles no pavimentadas en muchos lugares y llevan a las personas a sus trabajos situados al otro lado del cerro. Pasamos por pequeños negocios. Algunos que vendían cosas de plástico, otros vendiendo botellas de agua, gaseosas, frutas y verduras.
 

Así llegamos a la Escuela, de un piso, pintado en color amarillo, situado a medio camino en una colina. Los salones están en forma de L, alrededor de un patio de recreo. A un extremo, un asta para poner la bandera. En la colina, detrás del Colegio y mirando el Pueblo Joven, esta el emblema Rotario
Los Colegiales salen corriendo para recibirnos. Tomamos fotos y se las mostramos a los niños en nuestra cámara de LCD.  Ryan,  Katie and Ken están rodeados por los niños que miran sus propias fotos por primera vez. Ken toma una foto de Ryan acosado por los entusiastas estudiantes.
La escuela es un extraordinario  compromiso. Rubén nos cuenta el progreso: “Al principio había un solo salón. Los estudiantes se sentaban en el suelo. Trajimos algunas sillas, carpetas. Luego añadimos los salones. El estado proporciona los profesores.”

Unos dias mas tarde, regrese a Manchay con Jaime Polo, Arquitecto y Presidente del R.C. La Molina.  El casi no habla Ingles, pero sus manos hablan. Cuando pasamos por un lugar donde vendían listones de madera, el me mostró con sus dedos el espesor que era de 3/8 de pulgada y que la construcción de una casa de un solo cuarto costaría 100 dólares. El enumera los materiales usados en la casa más sólida. Me indica los cables de luz así como los baches del camino. Habla con la Directora de la Escuela y da las indicaciones para la entrega de los materiales que se necesitan para completar un techo nuevo.
 
Admira los sueños y ambiciones de los invasores. Tiene mucho respeto por los dirigentes y menciona que existe una escuela dirigida por un Padre de la Iglesia, el cual es muy respetado dentro de la comunidad. El R.C. La Molina utilizo una subvención de 50,000 dólares para ayudar a esa escuela en la implementación de salas de Cómputo,  Química,  Cosmetología y Electrónica así como un Gimnasio. 

Regresamos a la Molina pasando por paredes que todavía tiene la publicidad de las últimas elecciones. “Nada se hace sin  Ideales”
El vecindario cambia. A algunas cuadras encontramos Universidades Nacionales, Facultad de Abogacía y Medicina. Volteamos por una calle en las Viñas de la Molina donde esta el primer proyecto, la Escuela de Niños con Habilidades Diferentes. Es un hermoso lugar con bastante vegetación donde hay loros en las ramas mas bajas. Un camino se abre entre los módulos de los salones, -de ladrillos color rosado- cada uno con el nombre de la persona o entidad sponsor. En un salón los niños más pequeños aprenden como vestirse. En otro ellos pintan cerámica. En un tercero las niñas aprenden a coser. En el cuarto hay un biohuerto. Hay salones para terapia física y sicológica. Obreros están reparando la piscina cubierta, construida en parte con la ayuda de la Embajada Alemana. 

Yo experimente una extraña sensación.  En Sudamérica los Clubes Rotarios estrechan la mano a los suizos, italianos y alemanes. Yo no estoy acostumbrado de pensar en otros países cuando de donaciones se trata.  Aquí Los Estados Unidas es solo uno de  muchos países. Pero si estamos presentes.
Entre a uno de los salones y dos niños se lanzan a mis brazos buscando un abrazo. En cada salón tomo una foto. Un niño tiene en su mano una maceta con una plantita, una niña esta mirando por encima de sus anteojos y nos sonríe mientras que pinta la taza de café. Otro niño, mientras esta pintando, nos mira con una mirada secreta. Todo esto te rompe el corazón y te llena el corazón. Rubén me había dicho:   “Cada vez que visito el Colegio veo algo que me emociona y me da deseos de seguir ayudando mas”. Esas palabras me acompañaran a lo largo de todo este viaje.

Otros socios del Club también se ocuparon de nosotros. Pedro Pérez Silva, un agente de aduanas retirado, continúa realizando los trámites para sacar las motos que todavía están en la aduana.  Julio Peredo y Aníbal Vásquez, ambos socios del R.C. La Molina ofrece llevarnos al Puerto del Callao donde están las motos. 
 Julio y Aníbal nos llevo a los mejores sitios en Callao para luego regresar al Club Rinconada para tomar algunas chelas. Ellos nos enseñan la jerga en español. No nos dejan regresar a nuestra casa hasta tarde y nos aconseja decir que no hemos tomado mucho para que Ana Maria no se moleste.  Preguntamos a Malina, nuestra traductora, como se dice “Troublesmaker”. Antes de obtener una respuesta Aníbal dio a entender que el era el “Perturbador”. Otros Rotarios con sus esposas y hermanas llegaron a nuestra mesa y nos preguntaron como iba los tramites. Ken dijo que las motos están en la mano de Dios y la Aduana del Perú.  La respuesta, aun sin traducirla, nos la podíamos imaginar.
 

Finalmente sacamos las motos de la aduana.  Manejamos hacia el Sur por la  Autopista La Panamericana.  Durante las primeras tres horas pasamos por el desierto, un lugar donde solo recibe 2 pulgadas de lluvia cada treinta años.  Sin embargo hay gente que vive aquí.  Ya reconozco las invasiones recientes, las barriadas encima de las colinas de arena.  Salimos de la costa  y pasamos por bodegas de vino, haciendas y chacras. Las distancias entre las ciudades parecen muy grandes. 
Cuando llegamos a Ica y Nazca,  vimos a la entrada que existen pequeños monumentos con el Emblema Rotario, lo que muestra que “aquí hay profesionales”. Pero en los andes estamos en un terreno diferente. La mayoría de los viajeros vuelan de Lima a Cuzco en camino a Machu Picchu.  La carretera es considerada muy accidentada para disfrutar. Muy solitaria. Compramos gasolina en un pueblito (10 casas de esteras a lo largo de la pista). Nos despacha una mujer, que saca la gasolina de un balde con una tetera, y la echa a nuestros tanques utilizando un embudo de plástico. Todo el pueblo mira. Los niños nos demuestran sus destrezas futbolísticas. Dormimos en el siguiente pueblo (20 casitas a lo largo de dos calles) y guardamos nuestras motos contra la pared en el Patio. Al día siguiente bajamos hacia Cuzco.      




 

  

 

 

 

 
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